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jueves, 10 de febrero de 2011

Entre Vísperas y Completas



En clausura la vida se desliza lentamente. Después de Vísperas, en la capilla, no consigo ser yo, no me encuentro. No sé si es por la cercanía o lejanía que siento aquí, o por la compañía de tantos seres programados que la visitamos a diario, con las cuales no me siento identificada. Me aconsejan que busque fuera, en una dirección determinada, las respuestas que en mi soledad persigo y vislumbro en mi interior.

En este sigilo, me gustaría ser yo misma, aunque solo fuera frente a mí. Reservarme un minuto en esta vida de retiro, de tanta entrega a la comunidad, al recogimiento, para preguntarme qué soy, quién soy, qué quiero conseguir en la vida, pero sobre todo, qué hago aquí...
En mi encierro envidio sentir, como lo hacen las otras mujeres del mundo. Por un ventanuco veo su cara de felicidad, que yo nunca he tenido y me doy cuenta de mis carencias. Yo también tengo necesidad de enamorar y de que me enamoren. No solo adorar a una imagen, que dicen que me ama, aunque yo no lo sienta, también necesito amor carnal, aunque en este silencio impuesto no pueda decirlo. Se supone que tenemos suficiente amor con desearlo; el que representan algunas imágenes y el de las demás hermanas, pero para mí no es suficiente. Quiero apoyarme en esta pena continua, en este dolor indefinido, en el desgarro interior que siento al intentar dejar una vida  impuesta, que aunque triste se supone que cómoda. Me han tapado los ojos, o me he tapado los ojos con una vida segura y despreocupada.                                                                                               
¿Por qué tengo que aparentar? ¿Por qué tengo que ser la que no soy ante ellas?
El monótono reloj en el que vivo solo hace tic, pero yo quiero amar como cualquier mujer, con la mente y con el cuerpo. Con la mente estoy empezado a hacerlo; se me está olvidando ese sentimiento de culpa que me inculcaron de niña. Con el cuerpo pretendo hacerlo ahora, ya no me valen los sueños. No me sirve, siempre que tengo dudas, mi casi enfermizo amor por mí misma, aunque después el remordimiento me vuelva a mi posición y me reubique en el rebaño. Necesito otra mujer con la que compartir, con la que equivocarme y acertar juntas, otra mujer que experimente la misma sensación que yo cuando veo algo que me atrae, que me excita, otra mujer con la que no tenga que disimular cuando se desata la pasión; que ahora tengo que disfrazar con un amor egoísta. Necesito tocar y ser tocada. Bajo esta vestidura aletea una vida que necesita de un amor compartido, pleno, no limitado en su expresión más hermosa. Basta de sufrir voluntariamente y con agrado. A nadie le gustan las penas y menos cuando son deseadas, buscadas y conseguidas. Desde ahora dejaré abierta la puerta de mi celda.
Voy a lanzarme a vivir fuera de estos muros y si me equivoco sufriré las consecuencias, como cualquier mujer que no ha tenido unos hábitos y una institución que la proteja.
Virtudess

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