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miércoles, 18 de junio de 2014

Franqueza



¿Cómo pasar de la amistad al amor? Esa barrera de confianza que se crea en la camaradería, ese saber que no hay intenciones ocultas, y que un afecto verdadero no tiene progresos, sino solo mantenimiento, que puede durar muchos años, toda la vida, y aun dejarla en herencia. 
 Pero...

Qué pasa si mi corazón me dice que la quiero solo para mí, que quiero compartir ese ser amado, pero cuando sea mío. Qué pasa si quiero saber que soy la única persona que puede amarla hasta no poder más. Qué pasa si soy su último refugio en la noche y el primero de la mañana, para que cuando abra los ojos me vea a mí, que  llevo despierta un rato, mirándola, como se mira a un niño pequeño que se quiere, y del cual se siente una propietaria. Qué pasa si quiero que me salude con su sonrisa dormida; esos momentos en los que se abandonaría laxa y que yo aprovecharía para comérmela y gastar todas las energías del día, y acabar de vivir solo alimentándome con su recuerdo.
¿Qué pasaría si pudiéramos pasear agarradas de la mano, como otra pareja cualquiera?
¿Qué pasaría si ella no fuera tan importante, y yo su sirvienta?

¿Qué pasaría si fuera lo suficientemente valiente para decírselo, y no tener miedo de perder esta amistad, y convertirlo en el amor con el que me derrito todas las noches?

VIRtudess

viernes, 20 de diciembre de 2013

Saber hacer



Mi amigo Príncipe Alí, ni es príncipe, ni se llama Alí, pero lo otro sí. Le conocí en la playa por accidente, no dejaba de mirarme, pero era una mirada distinta de la de los otros que miraban mi cuerpo semidesnudo. A pesar de no ser muy exuberante, reconozco que mis volúmenes son suficientes, y que sabiendo usar bien las cosas, no hay que tener más. Creo que el ser conocedora de mis posibilidades, y el sentirme segura de mis habilidades se nota. No es fantasmear, es realidad, y como cuando quiero lo demuestro, me siento muy segura de lo que tengo, y creo que lo transmito.

Decía que Alí me sostenía la mirada sin ninguna agresividad, era confortable, a pesar de no conocerle de nada. No me hacía sentir incómoda, al contrario, lo sentía como un halago. A pesar de que estaba acompañado, por una mujer, que por la edad, imaginé que sería su esposa. Allí estaba yo, como tantos días en la playa, provocando con mi cuerpo y a veces con la mirada. No lo hago con intención, lo considero un juego, una forma de divertirme y relacionarme. Alí pasó por mi lado, y con toda la naturalidad del mundo me dijo: voy a tomar algo ¿te vienes? y siguió andando sin volverse. Había entrado en mi juego, quiero decir, yo en el suyo, porque un hombre mayor que yo, y acompañado, nunca hubiera sido el blanco de mis juegos. Al minuto le seguí, y nos saludamos en la barra como dos viejos amigos que se vuelven a encontrar. Se presentó, me presenté, y con los primeros sorbos, comencé a confiar en él.

En la cama resultó ser experto. Sabía hacerme desearle, luego se paraba, comenzaba de nuevo, y yo que llevaba medio camino andado, me desesperaba y le urgía. En esos momentos volvía a empezar. Hasta que entendí su velocidad, le arranqué momentos salvajes de éxtasis solo para mí. Llegué a pensar… soy como el típico macho egoísta…
Pero él no decía nada, solo me miraba, me volvía a excitar, y otra vez lo mismo. Cuando aprendí su savoir faire, fue el primer hombre que vi disfrutar como una mujer, con esas pequeñas contracciones. Menos en número, pero más intensas. No solo una vez, como la mayoría de los hombres con los que había estado hasta entonces.

Me adora, se ha enamorado de mí de forma obsesiva. Y aunque sigue casado, sé que nunca dejará a su mujer. No por cobardía, sino porque sus leyes le impedirían casarse conmigo, aunque creo que seguiré siendo su amante toda la vida. Esa forma de deseo, de mirarme día tras día, que noto que no se apaga, al contrario, cada día le veo más enamorado… Pero por ser fiel a sus códigos, nunca podremos disfrutar; él de libertad, y yo de absoluta entrega. Una parte de él siempre será prisionera de sus leyes.

VIRtudess

miércoles, 11 de septiembre de 2013

De pelo largo y muy largo




Iba paseando por la playa y las vi de lejos. Eran dos jovencitas de unos dieciséis años. Una con el pelo largo y la otra muy largo. Llamaban la atención por el pelo y por lo juntas y quietas que estaban, metidas solo los pies en el agua. Me acerqué y me senté en las proximidades para poder verlas. Estaban medio jugando, se miraban muy tiernas y parecían no tener conciencia de que allí había gente.

Después de un rato de carantoñas y juegos, se fueron metiendo en el agua, siempre jugando y sin dejar de mirarse. Cuando les llegaba por la cintura se acercaron un poco más. Los juegos empezaron a ser más serios, más próximos y se miraban más despacio. Cuando el agua les llegaba apenas al pecho, comenzaron a abrazarse y entre juegos, a restregarse las partes de arriba del bikini, a veces se les subía y se reían, se lo acomodaban y seguían jugando. Como ya estaban lo suficientemente lejos no había problema.

Siguieron adentrándose en el mar hasta asomar solo el cuello y la cabeza. La mar tranquila dibujaba una mesa ondulada donde se escondía el placer bajo la silueta de, dos apenas niñas, sin ningún tipo de limitaciones. Comenzaron a besarse, tapadas por lo ruidosos niños que chapoteaban y hacían snorkel un poco más cerca de la orilla. Les servían de muralla, para todo el mundo menos para mí que me tenían hechizada, y las iba siguiendo por donde se movían. Cuando comenzaron a girar las cabezas con los besos más salvajes, era más lo que imaginaba que lo que en realidad se veía. Pero yo conocía el momento.

Años atrás teníamos que irnos a jugar con las amigas durante la siesta, más tarde a coser para poder estar juntas, nunca por la calle, y sin ningún tipo de reconocimiento fuera de esos lugares, prohibidos y oscuros, donde primero el sexo, y luego el amor tenía que quedarse enterrado. También teníamos la sensación de que estábamos haciendo algo malo, --a los chicos les decían que era contranatura, ¡qué palabra más horrible para hablar del sexo y del amor!-- Siempre clandestinas, siempre pecando y sin poder hablar con nadie de lo que sentíamos y de lo que necesitábamos…

Ahora que las veía disfrutar de su libertad, daba por bien empleados todos nuestros sufrimientos. Habíamos logrado esta libertad, viviendo ocultas, amando en silencio, pero por fin bajo el sol y la vista de todo el mundo, podía disfrutar de lo que yo nunca pude hacer.

Me levanté y seguí caminando unos minutos sola, hasta que me alcanzaron mi marido y mis hijas.
VIRtudess

domingo, 1 de septiembre de 2013

Cuanto más vieja…



Eso me decía mi amiga Helen el otro día por teléfono. Dice que con los años cada vez le gusta más disfrutar de la vida, cada vez tiene menos prejuicios, menos tonterías que le impidan vivir más intensamente. Esto me lo contaba a la par que me decía que había conocido a un hombre más joven que ella. --Cuando ella dice más joven… -- Pero la realidad, según me contaba, era que los hombres de su edad, ya han perdido la práctica, no la teoría, porque siguen fantaseando con una potencia que ya no tienen. En lugar de jugar con las cartas que les quedan, se rinden y prefieren seguir viviendo de recuerdos y de bravuconadas que en otros tiempos, y no siempre, funcionaron.

Humberto vive cerca de su casa. Es el típico vecino que siempre hemos visto, eso, como un vecino, pero que nunca hemos reparado en él como un hombre. Dice que se le encontró una noche del final de este verano, de vuelta a casa y ya sin esperanza. Como iban hacia el mismo sitio, se acompañaron, y se descubrieron.
Dice mi amiga que redescubrió en su vecino, una persona sensible, con la que se podía hablar de todo, sin compromisos ni presiones, en un ambiente distendido, --al principio, porque yo conozco a Helen--.

 Me contó, de pasada, y sin darle importancia, que se ha sentido otra vez hembra en celo ­--Helen es muy expresiva, al menos conmigo— que se ha visto volar, ensartada en su vecino, una y otra vez; que ha sentido su fragilidad, frente a los envites desesperados de él; que le ha gustado arrebatarle el placer que guardaba, y que no pensaba volver a derramar --o escupir, como dice Helen--; que se ha sentido querida, y sobre todo apetecida, a una edad en la que se supone que ya no debe ni desear, ni ser deseada.

Si un hombre mayor sale con una chica más joven –o muy joven--, se le considera un semental, un triunfador. Suponemos que es muy viril y que ha llevado una vida llena de placer. Pero si es una mujer… la cosa cambia. Yo creo que es por envidia, de algo que otros hombres no se consideran capaces de hacer.

Han hablado y han decidido llevar una relación como una pareja normal, sin darle tanta importancia a la edad. Yo he ganado un amigo, y he perdido una posibilidad, que aunque  he soñado, en el fondo, sé que nunca podrá llegar a cumplirse.



Virtudess

miércoles, 13 de marzo de 2013

La partida




Todo el mundo sabía que yo había vuelto, por eso tenía la seguridad de que ella también lo sabría. Ahora podía volver a verla, por la noche, a escondidas, solo como amiga para el resto del mundo, pero en realidad nos mantendríamos como siempre, como entonces.

Éramos dos personas que en aquel momento, no pudimos estar juntas, por el ambiente general, por la excesiva juventud, o por la negativa de su padre a nuestro vínculo. Ahora con el poso de la edad, era nuestro tiempo. En este momento no tenía nada que temer, su padre ya no podía molestarnos.

Llegué a la hora prevista. Me acerqué con sigilo como otras veces, hacía ya mucho tiempo. Subí por el árbol como entonces, aunque ahora con más dificultad. Al asomarme a su ventana la vi sentada en la cama. Había cambiado, estaba más mujer, estaba más redondeada, no tan delgada como entonces, con el pelo algo más corto, y los ojos... como siempre.

Cuando entré nos quedamos mirándonos. Sus ojos se posaron suavemente en  los míos. Permanecimos así un tiempo agradable e infinito. Yo me puse a estudiarla, como hacía otras veces, ella soportó mi mirada, me acarició desde la distancia, me dejé acariciar y a mi vez le expresé amor. Ella comenzó una sonrisa, que lentamente fue creciendo y creciendo. Se me empezó a contagiar, como si me estuviera mirando a un espejo. Al llegar al máximo de sonrisa, hicimos ademán de acercarnos. Nos besamos, la felicidad fue completa.

Y al final me fui.
VIRtudess

sábado, 1 de diciembre de 2012

Vestidura talar y abrazo



Te veía al otro lado de la cama, te adivinaba libre. Estabas aflojada, disfrutando, descansada, con el rostro ahora encajado. 

No se dibujaba, esculpía, en tu rostro la violencia de hace un momento, mientras me cabalgabas airosa, mandando, ordenando mis placeres, lo que debía hacer, lo que debía sentir, ribeteado de gritos y suspiros, roces descontrolados, presiones gigantescas… para acabar en un suspiro profundo, cuyas réplicas me hicieron abandonarme y llegar donde nunca había llegado un ser mortal como yo, con una diosa.

Relajada, tú dormías. Excitado, yo soñaba. Creaba nuestros próximos viajes. A  Ciudad Disipada, a la Colina de la Libido, a Tierra de Placeres, a Señorío de Pasión y Fuego…
Tú sabías qué iba a pasar mañana, yo soñaba qué no iba a pasar mañana.

Las primeras claridades del alba me despertaron de mi sueño, y vi la túnica y tu cilicio.

VIRtudess

jueves, 11 de octubre de 2012

Las protestas de Mrs. Pi



¿Porqué he sido educada en un colegio donde solo había niñas?, cuando en la vida real hay también niños y hombres, algunos malos, sí, pero la mayoría buenos, ahora juzgo a todos por lo que me dijeron que seguramente me pasaría, si no les hacía caso.

Solo me hablaron del peligro de los hombres, como ellas no los conocían ni los podían tener, nos segaron a nosotras la posibilidad  de tenerlos, conocerlos, amarlos y odiarlos, cuando fuera preciso. Pasamos de no conocerlos a odiarlos.

Entonces no me dijeron que existía una libertad, que yo podría ser capaz de disfrutarla, como hacen ellos, que viven felices y solo buscan esa libertad de la que todos y todas hablamos, pero para ellos es un sueño a conseguir,
Para nosotras una quimera que nunca conseguiremos.

Las monjas con sus charlas de vida, sin estar en el mundo, lo que dice la religión, lo que se supone que tenemos que hacer.

Hemos perdido de vista y odiamos a la mitad de la humanidad, con la que ahora tenemos que vivir y relacionarnos, pero siempre pensando que nunca van a se buenos, siempre nos van a engañar, para quedarse con nuestra virtud.

Lo que piensen los demás, el qué dirán, es otra barrera de esclavitud, seguro que a los hombres nunca les dijeron lo que tenían que sentir, por donde tenían que caminar, ni que las mujeres éramos su enemigo, a ellos, les dejaron la posibilidad de elegir, de conocer mujeres buenas y malas, según su criterio, no como a nosotras, que solo conocemos a una clase de hombres: los malos. Todos son iguales.

Ahora mediada mi vida, me cuesta salir de esas barreras que me han estado poniendo desde siempre, la sociedad, las religiosas, seguras en sus conventos y mi madre.

Ahora quiero conocer realmente a los hombres, a todos; quiero conocer a los malos, los que no merecen mi cariño; a los regulares, con los que hay que andar con pies de plomo; pero sobre todo quiero conocer a los buenos. Son una mayoría que se siente rechazada solo por ser hombres, por pertenecer a esa raza maldita masculina, que sin saber porqué tienen el estigma de la maldad adosado a su ser aunque no quieran.

Quiero salir a la calle y mirar de frente al mundo, hacer lo que crea que tengo que hacer, pero por mí misma, no lo que me dijeron que tenía que hacer y sentir. No me importa lo que piensen los y las demás. Quiero hacer lo que crea que es mejor para mí y no sentirme juzgada por una sociedad, o igual de limitada que yo, o falsa, que dice que no, a una cosa en público y la hace en privado.

Quiero ser libre como la otra mitad de la humanidad, quiero tener la oportunidad de equivocarme, y sufrir por mis errores y mi falta de experiencia.

VIRtudess