Iba paseando
por la playa y las vi de lejos. Eran dos jovencitas de unos dieciséis años. Una
con el pelo largo y la otra muy largo. Llamaban la atención por el pelo y por
lo juntas y quietas que estaban, metidas solo los pies en el agua. Me acerqué y
me senté en las proximidades para poder verlas. Estaban medio jugando, se
miraban muy tiernas y parecían no tener conciencia de que allí había gente.
Después de un
rato de carantoñas y juegos, se fueron metiendo en el agua, siempre jugando y
sin dejar de mirarse. Cuando les llegaba por la cintura se acercaron un poco
más. Los juegos empezaron a ser más serios, más próximos y se miraban más
despacio. Cuando el agua les llegaba apenas al pecho, comenzaron a abrazarse y entre
juegos, a restregarse las partes de arriba del bikini, a veces se les subía y
se reían, se lo acomodaban y seguían jugando. Como ya estaban lo
suficientemente lejos no había problema.
Siguieron adentrándose
en el mar hasta asomar solo el cuello y la cabeza. La mar tranquila dibujaba
una mesa ondulada donde se escondía el placer bajo la silueta de, dos apenas
niñas, sin ningún tipo de limitaciones. Comenzaron a besarse, tapadas por lo ruidosos
niños que chapoteaban y hacían snorkel un poco más cerca de la orilla. Les
servían de muralla, para todo el mundo menos para mí que me tenían hechizada, y
las iba siguiendo por donde se movían. Cuando comenzaron a girar las cabezas
con los besos más salvajes, era más lo que imaginaba que lo que en realidad se
veía. Pero yo conocía el momento.
Años atrás
teníamos que irnos a jugar con las amigas durante la siesta, más tarde a coser
para poder estar juntas, nunca por la calle, y sin ningún tipo de reconocimiento
fuera de esos lugares, prohibidos y oscuros, donde primero el sexo, y luego el
amor tenía que quedarse enterrado. También teníamos la sensación de que
estábamos haciendo algo malo, --a los chicos les decían que era contranatura,
¡qué palabra más horrible para hablar del sexo y del amor!-- Siempre
clandestinas, siempre pecando y sin poder hablar con nadie de lo que sentíamos
y de lo que necesitábamos…
Ahora que las
veía disfrutar de su libertad, daba por bien empleados todos nuestros
sufrimientos. Habíamos logrado esta libertad, viviendo ocultas, amando en
silencio, pero por fin bajo el sol y la vista de todo el mundo, podía disfrutar
de lo que yo nunca pude hacer.
Me levanté y
seguí caminando unos minutos sola, hasta que me alcanzaron mi marido y mis
hijas.
VIRtudess
El amor tiene muchos colores, sabores y aristas...
ResponderEliminarLo importante, lo fundamental, es que una...
El resto es literatura.
Amores tabús, imposibles, deseados mucho más, cuando son prohibidos... en poco cuántos sentimientos y deseo aflora...
ResponderEliminarYo recuerdo cuando de pequeñita Ana siempre quería ser la enfermera. Digo pequeña , aunque ya contaba con la de edad de 14 años,.. Ella siempre queria ser la exploradora, yo, quieta, sumisa , la deseante de ser descubierta por sus manos suaves que recorrian la suavidad de mi cuerpo clamante. Ella siempre sabia detenerse justo antes de llegar, dejándome con la boca abierta casi agonizando de placer.
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